En un programa televisivo hay que tener muy claro a qué personas va dirigida la información y el efecto que se quiere provocar en el público a través de esta. La reacción del público en televisión se suele “predecir” mucho antes del programa, gracias a un estudio previo muy preciso sobre las edades y gustos de las personas a las que va dirigido, y comprobando que todos esos aspectos necesarios para que la reacción del público sea positiva aparezcan en la estructura del programa. En esto se basan los programas guionizados; se estudia la adecuación, la coherencia y la cohesión del texto televisivo para comprobar que se adapte a la situación comunicativa, que sea competente lingüística y pragmáticamente y que vaya a generar en el espectador una respuesta positiva
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Todos los programas de televisión tienen una estructura guionizada, lo que no quita para que de vez en cuando se improvise. Y esto de la improvisación tiene un inconveniente: que no se sabe cómo va a reaccionar la gente ante ese determinado comentario, gesto, etc. Improvisar a veces viene muy bien, pero también es muy fácil si no se tiene cuidado conseguir ofender a alguien; por eso improvisar no consiste en decir lo primero que te venga a la cabeza, sino valerse de la inteligencia para saber cuándo hay que separarse del guion, habiendo valorado que el comentario vaya a aportar algo positivo al texto. La clave más importante para improvisar es aferrarse al texto guionizado al principio y después de haber observado durante mucho tiempo cómo funciona un determinado lenguaje en un determinado público, atreverse a introducir pequeños comentarios o gestos que, a medida que se vaya ganando experiencia y técnica, podrán ir aumentando paulatinamente.
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